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Simplemente chau

Por Esther Vargas

Publicado el 02 de julio del 2008

El lunes fue mi último día en la Facultad de Comunicaciones de la San Martín. No creo que este sea mi último post. Seguro que seguiré escribiendo sobre periodismo, sobre la cobertura noticiosa de ciertos temas que me interesan. Seguiré escribiendo de mis autores preferidos y de las historias que me gustaría ver impresas en Perú.21. Todavía no tengo muy claro el futuro de este blog. Quizás he comenzado unas largas vacaciones. No lo sé.
Estas líneas son solo para despedirme de mis alumnos. Solo por ellos resistí quedarme hasta el lunes. Solo por ellos aguanté.
Ya todo acabó y en parte me siento aliviada. Entre el 10 de abril -fecha en la que apareció mi denuncia en Perú.21-, y el lunes, día en que terminaron las clases, caminé por la universidad como un fantasma. No tenía un lugar, así que la cafetería al aire libre de Cafetal se convirtió en mi unipersonal sala de profesores, allí corregía pruebas, atendía a los chicos o me moría de frío. Nadie me largó de la sala de profesores, pero era incómodo estar en un lugar donde muchos de mis colegas se sentían incómodos con mi presencia. Quizás temían un jalón de orejas, un chisme malintencionado, una llamada de atención. Quizás debían cuidar su sueldo (los comprendo) o quizás simplemente compartían el sentimiento homofóbico. No lo sé. Y ya no lo quiero saber.
Ninguna autoridad me pidió disculpas o me acusó de mentirosa en este tiempo.
Ninguna autoridad se acercó para decirme que había calumniado a mi alma máter. Nunca me llamaron a la oficinita del edificio de enfrente para decirme que fui desleal. Simplemente callaron, desaparecieron de mi vista, y me dejaron enseñar. No hubo más comunicación. Increíble que una Facultad de Comunicación no haya aprendido a comunicarse. Increíble que el respetadísimo decano, flamante doctor honoris causa por su vocación humanista, no se haya ocupado de un tema que involucraba a sus docentes. Increíble.
Solo hubo silencio, un silencio pesado que podría definir como el sencillo ‘no te queremos aquí, pero qué podemos hacer. Solo es cuestión de tiempo’.
No me arrepiento de lo ocurrido. No lo hubiera querido vivir, pero pasó y ya fue.
Ahora que ya no estoy simplemente digo chau, a los que me respaldaron y a los que se encargaron de crear anónimas bitácoras para pedirme que me vaya, con insultos y calumnias.
Ya no estoy. Y tampoco me han dicho chau. No importa.
Me despido solo de mis alumnos, chicos valientes y talentosos a los que difícilmente podré olvidar.

Publicado por:

Periodista. Directora de Clases de Periodismo y La Ruta del Café Peruano. Consultora en Social Media. Editora web del diario Perú21 del grupo El Comercio de Perú. Especialista en periodismo digital, comunicación digital y social media.

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