Periodismo crackeado

El periodismo ha sido crackeado

Por Miguel Sánchez Flores

Publicado el 08 de diciembre del 2011

“El periodismo ha sido crackeado” es el grito de batalla. Los medios de comunicación han perdido los accesos y el control de la información, la cual ha sido esparcida en los dominios de la audiencia; es decir, en Twitter, Facebook o YouTube.

La siguiente es la primera entrega semanal de los hallazgos surgidos a partir de mi investigación de tesis titulada “Ideología cracker en el ciberperiodismo peruano: de El Comercio a El Tromercio. También es la historia de una guerra que acontece día a día ante nuestros ojos y de la que sin darnos cuenta también somos parte. Se tratan de relatos sobre el enfrentamiento entre el mediador –es decir el periodista– y la audiencia. Ustedes son libres de elegir de qué lado luchan.

Foto: http://www.lacajarota.com/esculturas-robot-con-antiguas-maquinas-de-escribir

Los periodistas siempre fuimos importantes, más que por nuestro papel de distribuidores de información, por nuestra capacidad de servir de intérpretes entre los contenidos y la audiencia. Aquel rol de mediadores fue nuestro más preciado valor en el pasado. Como señalaba la famosa premisa de la agenda setting, propuesta por Bernard Cohen en 1963, los periodistas no le decíamos a la gente qué pensar pero sí podíamos, a partir de la edición, intervenir en la decisión de sobre qué temas debía pensar. Todo esto cambió drásticamente en los últimos quince años con la aparición y el uso masivo de internet. Lo que sucedió fue que la audiencia, traicionada por el mediador, y azuzada por una nueva tecnología de carácter disruptivo, decidió prescindir del intermediario y enfrentarse directamente a la información que se le presentaba absolutamente disponible y libre de filtros en el ciberespacio. La audiencia, a partir de internet, adquirió el poder de decidir qué pensar y sobre qué temas hacerlo.

Nadie en la industria periodística quiso ver este cambio y, en vez de adecuar estrategias y respuestas ante la invasión, este hecho se menospreció. La crisis a la que se enfrenta actualmente el periodismo en términos económicos y de contenidos es el resultado de esta actitud arrogante que no quiso ver en internet el punto de quiebre del periodismo tal como lo entendimos siempre. Dueños, accionistas, e incluso periodistas, creíamos que internet era un nuevo medio más, que al igual que la radio o la televisión en el pasado, potenciaría aún más el negocio de la información. Como lo ha demostrado la historia reciente, estaban equivocados, y como bien señala José Luis Cebrián, director fundador de El País de España, las mejores respuestas a esta crisis no han llegado de las grandes corporaciones periodísticas sino, más bien, de las desinhibidas ideas surgidas en cuartos universitarios como es el caso de Facebook, Twitter y Google. Los recortes en personal de empresas gigantescas como The Guardian o la estrategia de volver a cobrar por contenidos online del The New York Times son algunas respuestas desesperadas a la crisis a la que se enfrenta el periodismo en estos días; que no puede traducir los enormes avances en tecnología, estrategias y visitas y volverlos ingresos monetarios significativos para, por lo menos, sustentar sus propias redacciones. Esta crisis es producto de la inacción de la prensa ante el cambio, pero también es producto de la acción sobre ella de lo que denominaré ideología cracker.

Esta ideología que opera, con sus características, sobre discursos oficiales se ha desarrollado en contra de las industrias culturales. De la misma manera como influyeron las ideas de la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt en la movilidad social de la segunda parte de la década de los sesenta en todo el mundo, estas ideas críticas –frente al poder totalitario y narcotizante de los medios masivos de comunicación, propuestas inicialmente en “Dialéctica de la lustración” por Adorno y Horkheimer en 1944 y sugeridas, corregidas y aumentadas después por Marcuse, Benjamín, Sartori, Zizek– también han encontrado repercusión en el pensamiento actual que, fortalecido por el surgimiento de una nueva tecnología, como internet, se manifiesta a diario a través de fenómenos como Anonymous, los indignados, Wikileaks y la misma crisis económica de Estados Unidos y Europa. Como señala Julian Assenge , cara visible del sitio web Wikileaks, y quizá el más mediático y reconocido vocero de esta ideología, lo suyo es un enfrentamiento –no cara a cara sino a manera de sabotaje– contra el orden actual de las cosas y el cómo se maneja la información a partir de pocas y poderosas corporaciones de información. Es este el escenario al que critican y al que pretenden subvertir, basados en una ideología que se ha infiltrado en la mayoría de redacciones digitales del mundo.

El periodismo ha sido crackeado a partir un agujero hallado por una tecnología disruptiva.  La audiencia adquirió el control, prescindió del mediador, develó el filtro impuesto por la prensa e incluso la rebautizó. En vez de reaccionar asumiendo el cambio, los medios periodísticos del mundo inicialmente ningunearon a aquel incipiente poder que este hecho atribuyó a la audiencia. Por ejemplo, no quisieron ver en la aparición del blog, elemento disruptivo por excelencia, un desafío a su poder absoluto de mediadores que creyeron nunca sería puesto en discusión. La sola posibilidad de que cualquiera pudiese opinar y publicar sobre distintos temas desde cualquier lugar del mundo, de manera sencilla y gratuita en el ciberespacio como lo permitía el blog, era el inicio de lo que llamaré ataque cracker contra el periodismo (que años antes operó también contra la industria musical dejándola en ruinas). Es a partir de este hecho que los medios periodísticos comienzan a perder poder y entran en crisis. Cuando, luego de años, quieren reaccionar, se dan cuenta de que su función, aquella de ser intermediarios y seleccionadores de información ha sido expropiada por la audiencia, la que, a su vez, ha raptado los contenidos y adecuado a sus dominios (Facebook, Twitter, YouTube).

La crisis no solo económica sino también de ideas y contenidos del periodismo en la actualidad es el resultado de la urgencia de no desaparecer ante el saqueo de la audiencia. Los medios periodísticos en el mundo han tenido que acomodar su información y también sus estrategias, pero esta vez siguiendo las características que impone esta ideología cracker.

Sostengo que a partir del ataque cracker, el periodismo ha perdido su objetivo y fin de mediador y seleccionador de información. Actualmente, a la prensa apenas solo le alcanza para subsistir con las reglas de juego y características llegadas del universo cracker. El hecho de que hoy los periodistas nos preocupemos más por las estrategias de posicionamiento en los buscadores y los rebotes en redes sociales, por la cantidad de visitas que reciben nuestras notas en tiempo real o que el tipo de información que se brinde esté, en su mayoría, relacionado con temas de espectáculos o deportes son algunas manifestaciones de la acción de la ideología cracker sobre el periodismo que prioriza, en muchos casos, la herramienta y el desarrollo de estrategias informáticas antes que el mismo cuidado de los contenidos en la labor diaria. Los periodistas hemos perdido los accesos y también la brújula.

Como veremos más adelante la ideología cracker, romántica y utópica, presenta diversos problemas. La única manera en que el periodismo puede combatirla es volviendo a sus supuestos iniciales; aquellos que priorizan la información verídica, trabajada y propia, que puede ser seria, entretenida y útil y, a la vez, original y sostenible como negocio. Lamentablemente son aún pocas las propuestas en ese sentido, y lejos de preocuparse por este aspecto, la mayoría de medios sigue apostando fuertemente por contenido ligero, fácil y rápido de consumir y producir, que es la vía más fácil para generar más ingresos. Siento que de poco sirve ser críticos y contestatarios con la prensa digital sin partir de un conocimiento previo, pero sobre todo si no se plantean propuestas. Son varias las veces que he coincidido con posiciones en apariencia enfrentadas. Más que una paradoja, estas coincidencias entre posturas opuestas deben funcionar como punto de partida para empezar a reflexionar y a proponer alternativas para este escenario de crisis. Un buen periodista lo es sin importar la plataforma en la que se desempeñe, porque los criterios intrínsecos de la profesión no han cambiado. Considero que ha llegado el momento de asumir este cambio y de revalorar la esencia de nuestra profesión. Todo este tiempo hemos intentando recuperar nuestro acceso expropiado, quizá equivocamos la vía y haya llegado el momento de crearnos uno nuevo.

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