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¿Eres el tipo de reportero y director de medio que contrataría Jon Lee Anderson?

Por @cdperiodismo

Publicado el 17 de diciembre del 2011

Por Darío Dávila, de Periodismo Indeleble   (*) 

Jon Lee Anderson  mueve las piernas como un adolescente que quiere salir pronto al receso. Esta mañana en un hotel en Zacatecas, México a unas 7 horas de la capital, le han recordado que usa la misma loción con aroma picoso de siempre. Sonríe y arquea las cejas. Parece que éstas fueron diseñadas aerodinámicamente para acentuar su rostro al hablar como reportero. Es bastante alto. Sus piernas son como tractores móviles que mañana lo pueden llevar a África y pasado a una favela brasileña.

– ¿Si un meteorito apuntara en dirección a la tierra para exterminar al periodismo, qué nombre tendría esa roca espacial?
– Se llamaría intolerancia.

– ¿Por qué?

Porque tienes el efecto violento, la amenaza directa. Lo que yo llamaría los extremistas de violencia. Sean narcos o policías malos. El fenómeno de la criminalización de las sociedades latinoamericanas es una realidad impactante y fatal de los últimos 30 años. Y está llegando como una hemorragia, franca y abierta.  Eso amenaza directamente la libertad de expresión. Directamente al trabajo de los periodistas mexicanos porque no pueden hacer lo que deben hacer y quedar con vida, punto. Hay que ser muy innovador, creativo y sensato para sobrevivir esta etapa de hielo post-meteoro pero sin dejar de cubrir noticias e informar al público.
El público necesita ser informado. Lo mismo podemos trasladar este escenario al Medio Oriente donde tenemos el fenómeno de los extremistas musulmanes y países occidentales en guerra. Es un fenómeno que va en mutación constante donde el papel del periodista está más en jaque que nunca. Somos secuestrables y asesinables. Con esto –dice señalando la pequeña cámara de video- nos pueden hacer alguna bonanza (daño) y subirlo a YouTube o Al Jazeera. Nosotros nos hemos convertido en parte del conflicto porque reconocen lo que hacemos y eso es muy importante. Porque somos capaces de informar la verdad en todo el mundo en los conflictos, sean de narco, petróleo o ideologías. Nosotros, los que por alguna tontera u otra tenemos la pretensión de hacer algo con la vida, servir al público, presenciar documentar y comunicar la verdad de nuestro tiempo. Para mí eso es el periodismo. Ese es nuestro deber. El deber es más grande aún, cuando el país de uno está en conflicto. Y sin embargo no hay peor momento para un periodista. En esos momentos es cuando más los asesinan. Cada uno tiene que medir su disposición a estar presente en esa batalla y en muchos casos uno es mal pagado, mal agradecido y todo lo demás. Es un trabajo de misioneros o de locos.
– ¿La sensatez puede salvarle la vida a un periodista?
Sí puede. Pero uno tiene que ser un poco pragmático. Es decir: guardar cartuchos hoy para tirarlos mañana. Algunos periodistas no van a poder aguantar. Simplemente tendrán que esperar el día de mañana que un diario les publique algo póstumo de esta época. Imagino que para un periodista mexicano esto debe ser nefasto y frustrante. ¿Quién quiere ver a su país en estas circunstancias?
El periodismo ha de cambiar mentes, despertar conciencias, crear fenómenos sociales donde la sociedad cívica reclama un cambio. Pero no lo estamos viendo.

HAY QUE BUSCAR CÓMO ELEVAR EL NIVEL DEL PERIODISMO

– ¿Qué quiere decir eso?

– Que el periodismo ha caído también un poco en el mismo juego. De testimoniar todo a través de crónica roja, de narco corridos, de historietas sobre hazañas y epopeyas de buenos y malos. O como informantes del palacio o de la guarnición de turno y defunciones. Creo que hay un problema en eso. Hay que buscar cómo elevar el nivel del periodismo.
Yo he conocido periodistas que han estado en la misma situación en otras sociedades. Han optado por dejar el periodismo: Una amiga abrió un orfanatorio en Sierra Leona porque no podía ver a más niños asesinados. Otra trabaja con niños que viven de la basura en Guatemala. Varios han optado por entrar en organismos como la ONU o Save the Children. Algunos periodistas han ido a lo que yo llamaría el lado oscuro. De pronto se convierten en asesores de seguridad. Van al lado oscuro que es donde está el dinero y otros que van hacia los ONG´S; ahí están los misioneros. También hay los que siguen la docencia. Lo importante es seguir comunicando, seguir informando. Tendiendo redes de verdad, no sólo virtuales. Redes donde se pueda tocar a la otra persona.

– ¿Cómo pueden los periodistas mexicanos contar lo que pasa en este país lleno de amenazas y riesgos para los reporteros?
-Me parece que la policía mexicana no ha hecho lo que hizo el Pentágono en Estados Unidos: Enquistar a periodistas con ellos para que vean cómo es el trabajo de ellos, sus peligros. Sería una solución interesante. Es una forma de humanizar la línea del frente de batalla.
Yo veo en los periódicos mexicanos muchos nombres de la batalla política. Pero no veo el drama humano de los políticos. Me parece que falta un buen perfil de Felipe Calderón. Este hombre político del PAN que si no fuera político sería banquero y que de pronto ha decidido tomar esta decisión –sea buena o mala no importa- que ha implicado toda esta cosa gótica que pasa en México. ¿Cómo está viviendo Calderón? ¿Cómo está viviendo su gente? ¿Cómo es el fenómeno de los políticos que han decidido emprender guerra contra un sector en su propio país? Es un drama muy interesante: Yo no he leído es historia.

– ¿Los perfiles pueden explicar la realidad?
Claro. Sería una forma de abrir el abanico de conocimientos. De arrojar luz donde no la hay. Hay que traspasar los propios prejuicios de uno mismo para poder hacerlo bien. Durante años yo veía a Augusto Pinochet como todos los demás: ensangrentado y un viejo dictador. Pero cuando finalmente asumí el papel de perfilarlo, implicó que yo sacara un montón de cosas propias para hacer las preguntas. Intentar ver su vida. Intentar comprender su sicología, sus amigos , su familia. Y creo que sólo así entendíamos lo que él había logrado.

– ¿Se puede perfilar a un capo de la droga?
Sí es muy arriesgado. Pero es según el trato que uno hace y según el capo.

– ¿Qué piensa de los que al escribir sobre un narcotraficante lo hacen con prejuicios?
Quizás sea cierto esto que a veces pienso: Hay periodos en los países donde los propios periodistas no pueden ya cubrir esas historias. Les toca ya a otros venir a hacer lo que ellos no pueden realizar. No quiere decir que un periodista mexicano no sea capaz. En las librerías del México todo lo que vi era crónica roja. Eran la Reina de no sé qué, el cártel de Sinaloa…

– ¿Está en desacuerdo con esto?
No me he puesto en el plan de los criticones que sé que hay. Hay una fascinación naturalmente con el mundo delincuencial y es muy barroco en Colombia y México. Y lo fue en Estados Unidos con las películas de gansters. Todas las sociedades tenemos cierto morbo y curiosidad. Entre lo sano y lo morbo. Pero tiene sus aspectos negativos: si quedamos nada más en la crónica roja. Si corremos el riesgo de caricaturizarlo y comercializarlo, sin elevar el nivel

-En México algunos periodistas han cruzado hacia ese lado oscuro. Son voceros de cárteles, ¿cómo enfrenta el periodismo esto?

-En Pakistán hay algunos que son los que tienden siempre a recibir los videos de AlQaeda y mensajes también. Francamente yo hago una distinción entre nosotros y esos colegas.

– ¿Se les puede llamar periodistas?
No sé. Yo los conocí también en El Salvador cuando eran los que recibían los comunicados de los escuadrones de la muerte. Yo los miraba en las conferencias donde teníamos que rozar hombros a veces con un asco. No me consta, ni los conozco a estos (los periodistas mexicanos del lado oscuro) ejercen una función pero son asquerosos, dan asco. No son exactamente periodistas, son ratones de palacio, cortesanos del rey, infidentes, informadores, bufos del rey. No son periodistas. Lamentablemente en sociedades donde no ha habido un periodismo de verdad, con afán de colectividad, el periodismo está nutrido por gente así.

– ¿Sufre al realizar un perfil?
Sufro casi siempre. Comenzar no es difícil. Lo difícil es llevarlo a otro nivel.

-¿Cuál es la entrada que más le ha costado trabajo?
Yo no pienso en perfiles como tal, sino en perfiles dentro de crónicas. Normalmente yo termino de reportear y comienzo a escribir cuando se me prende y la bombilla y ¡ya!, todo sale. Pero a veces no prende.

LA RELACIÓN CON EL EDITOR

-¿Cómo domina Jon Lee Anderson a su editor?
Gritando (dice bromeando). No sé si yo llegara a dominar. En el mejor de los casos es una relación como la de Raúl y Fidel, cada uno con su poder y un poco de acomodo. El editor puede decidir más o menos palabras; puede trabajar con el jefe de paginación. A veces está impuesto por el editor en jefe que le dice que el texto tiene que bajar 2 mil palabras y entonces se acabó.

– ¿Le han dicho eso?
Sí claro. Todas las piezas tienen una noción de lo que debería ser y uno empuja. Y entonces en la batalla uno decide qué vale la pena

– ¿Le ha costado trabajo cerrar un texto?
Generalmente no. Casi siempre cuando estoy cerca del límite de entrega. Ya sé cómo debería terminar. Al menos en términos de borrador.

-¿Cuántos borradores hace antes del texto final?
-En un mundo ideal 3 pero hoy en día 1.

– ¿En un mundo ideal, con acceso continuo al personaje, de cuántas palabras sería un perfil completo?
De 10 a 15 mil palabras. El más largo que hice fue de 13 mil palabras y fue el de Gabriel García Márquez.

-¿Cuáles son los mayores errores al momento de escribir un perfil?
Tratar de ser muy determinista. En juzgar al personaje.

¿Por qué muchos reporteros tienen prejuicios al momento de escribir, cómo elimina esto si frente a si tiene un tirano o un asesino?

-Intento encontrar algo de ellos que me interese a mí también. Por ejemplo: encontrar un área donde puedes conversar sobre cosas de mutuo interés. Por ejemplo, cuando entrevisté a Augusto Pinochet, el ex dictador chileno, habló mucho de Mao. Yo no sabía que él era un fan de Mao. Cuando comenzó a hablar de Mao, habló y habló. Me di cuenta que él estaba fascinado por el poder. Si yo le preguntaba muy de frente sobre la política chilena, sobre los Derechos Humanos o la guerra sucia, se asustaba, se limitaba. Pero si le preguntaba sobre su camino romano que había hecho en la carretera austral, ahí se desplegaba rato. Casi siempre hay puntos en común. A veces son muy lisos, muy zorros y no se puede.

-En el perfil del dictador Charles Taylor de Liberia narra que él tomaba sangre humana… 

-Suena muy estrambótico pero quizás no tanto con los narcos del norte. En África occidental estos rituales del poder que tienen que ver sacrificios humanos es bastante real. A mí no me consta que lo hizo. Pero todo mundo decía que sí. Entonces me parece que valía la pena escribirlo. Porque no es que yo voy Washington y todo el mundo está con el rumor de que Barack Obama está tomando sangre humana. Pero cuando voy a Liberia sí. Me parece un reflejo de la relación del ciudadano con el poder.Hasta el Arzobispo del país lo creía. Después de escucharlo durante 2 semanas estuve en un coche con él y le pregunté sobre la historia de que Charles Taylor a lo mejor tomando sangre humana. ¿Usted cree que sea verdad? Él me miró y me dijo: Sí, creo que sí. Finalmente voy a Taylor y le digo: ¿Señor presidente es cierto que tienes un cubo de sangre humana cada día que lo renuevan cada día? ¿Que tú lo tomas de mañana?Y él me dice: Querido: la gente dice tantas cosas, pero no lo negó. ¿Por qué valía la pena hacerle la pregunta Yo quería saber hasta qué punto todo lo que decían de él era verdad. El tipo era nefasto. Yo lo había visto asesinar a una persona. Entonces cómo llegas a probarlo. El tenía un bastón de madera tallada roja. Siempre lo llevaba consigo. Y entonces intentando entrarle por otro lado le digo: ¿Y ese palo señor presidente? Y me dijo: Es de un árbol muy especial.

Jon Lee insistió: ¿Cómo especial?
Lo he llevado conmigo desde la guerra, desde la guerra que el libro para tener el poder. Una guerra con niños asesinos, mujeres embarazadas descuartizadas. Y entonces le digo: ¿Por qué especial?
Porque tiene poderes sobre naturales.

-¿Cómo qué poderes?
-Todo ser vivo que camina debajo del árbol muere.
Al final de la audiencia con el presidente con qué sensación me quedo. Con la sensación de que este tipo si es malo, malo, malo. Lo sabe y lo utiliza y es totalmente capaz de tomar sangre fresca. Y no lo quiere decir a sus ciudadanos que no lo hace.
¿Qué le preguntaría Jon Lee a Joaquín “El Chapo” Guzmán”?
-Si fuera una entrevista donde yo pudiera preguntarle todo lo que quisiera sin represalias y estaba en el posibilidad de escribir lo que quisiera le haría muchas preguntas sobre su moral y su relación con la violencia en el país. Sobre lo que él piensa de la sociedad. Quisiera preguntarle en mucho detalle cómo es su vida, sin entrar en términos de seguridad. Quisiera conocerlo de verdad.

REPORTEROS Y DIRECTORES DE MEDIO IDEALES

-¿A qué tipo de reportero contraría?
– Alguien audaz, dispuesto a escuchar. Sin arrogancia con ganas de aprender. Con ganas de ver todo desde diferentes ópticas. Alguien que al final esté en firme en sus decisiones. Dispuesto a dejar de prescindir de comodidades. Para mí son las cosas básicas.

-¿A qué reportero no le daría trabajo?
A aquel no pueda prescindir de su estatus social o bagaje cultural. Yo a veces he hablado con jóvenes periodistas en España y les pido: díganme una historia interesante de España. A mí me parece una gran historia cómo África ha descubierto España y cada temporada buscan venir a España en pateras. ¿Cuántos de ustedes se les ha ocurrido montar en una patera con los africanos que vienen en su país? Nadie ha nunca ha levantado la mano. Claro, es peligroso. Pero también es un reflejo del estatus social de los que son periodistas. Yo he sido labriego en la calle, he sido guardia en cárcel, he sido lavaplatos, he sido cortador de tabaco. Yo no ando con esas pretensiones. Conozco muy pocos chicos de clase media alta, universitarios que se les ocurriría en la vida, bajar al estatus que ellos consideran de la clase servil. Y ese es el mayor problema de América Latina. El mayor problema con su periodismo también porque nunca reflejan la verdad de los demás. Son incapaces de estar dentro del pellejo de los demás. A esos no los contrataría.

-¿Ha trabajado en algún proyecto donde no hayas sido feliz?
– Sí

¿Y por qué siguió trabajando ahí?
– Fue poco tiempo hasta que encontré la forma de escapar que fue para la revista Time. Por un lado me sentía muy realizado porque un medio muy importante me había contratado para cubrir una guerra. Era importante porque era mi primer trabajo como periodista. Pero después me di cuenta que era infeliz. Y era porque ellos imponían lo que ellos consideraban que era noticia. No lo que yo veía. Es más: al avanzar los meses me di cuenta que yo reporteaba las incomodaba. A mí no me gustaba ese tipo de periodismo. Utilicé la experiencia para nutrirme de experiencias y mejorar mi propio periodismo.

¿A qué tipo de director de periódico contrataría?
-Un director entregado que refleje y esté dispuesto a trabajar a la par de sus reporteros. Dispuesto a ser innovador. Pensar creativamente. Utilizar todas las posibilidades para mejorar el medio y con un lema propio de servir al público informando. No contraría a alguien que lo hace por razones por de estatus o razones económicas. O porque simplemente le tocaba. Me gustaría un director que todavía estaría dispuesto a ser reportero.

 (*) El periodista Darío Dávila nos autorizó para publicar la entrevista completa que hizo a Jon Lee Anderson, la cual inicialmente se difundió en su blog.

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