Periodismo crackeado

Lección no aprendida: de Napster a Megaupload

Por Miguel Sánchez Flores

Publicado el 20 de enero del 2012

Lo del cierre de Megaupload y la detención de sus fundadores, es la recreación de lo que sucedió con Napster en 1999. Han pasado doce años y al parecer las grandes industrias del “contenido” siguen sin entender que no se trata de “cerrar” páginas sino más bien de entender lo que sucede.

Imagen: http://lineadevista.lamula.pe/

Miramos al futuro utilizando un espejo retrovisor. La frase de 1967 es uno de los aforismos más poderosos de Marshall Mcluhan. En la expresión subyace la advertencia sobre el peligro de tratar de explicar un mundo nuevo con categorías del pasado, pero también la idea del eterno retorno que sostiene que todo vuelve eternamente. La historia, señalan muchos autores, es caprichosamente cíclica y en cierto modo parece con Internet que estamos de nuevo reviviendo la época del nacimiento de la radio y la televisión. Es más, volviendo a citar a McLuhan, lo que sucede ahora no podría entenderse sin recordarse la invención de la imprenta de Gutenberg , el alfabeto o la escritura por mencionar solo tres momentos claves de la historia. Pero incluso aún en un subnivel, lo que pasa ahora con la industria de la información (diarios digitales y empresas de transferencia de archivos incluidos) ya pasó, hace apenas pocos años, con la industrial musical. Lo de la música sostengo fue la primera intervención cracker propiamente dicha y la experiencia más que servir debió advertirnos sobre las características de las próximas mutaciones.

El MP3 y Napster, el fin del intermediario

Hasta hace poco menos de veinte años la industria musical permanecía en pie, consolidada por sus victorias frente a la radio primero y a la televisión después. Dichos medios en vez de perjudicar el negocio como se auguró apresuradamente, más bien fortificaron a la industria, sirviéndole de excelentes canales para transmitir, pero sobre todo, para promocionar su mercancía. Robustecida y despreocupada por estos triunfos, Internet los agarró desprevenidos y sin un plan de contingencia.

El primer canto de sirena de este aprieto que no se quiso ver lo dio el casete, instrumento que podía ser grabado y reproducido infinitamente. Alonso y Arebálos en su publicación “La revolución horizontal” definen certeramente a este fenómeno como la irrupción de la “tecnología disruptiva”, término que los autores atribuyen a Clayton Christensen y que se refiere a las innovaciones que compiten contra una tecnología dominante y que buscan romper con el statu quo. Este término como vemos está emparentado muy de cerca con la ideología cracker antes mencionada, en ella subyace la adopción de una posición contestataria para así legitimar su intervención sobre el discurso oficial.

Pero veamos, primero, en 1995, fue el .mp3 , formato que permitía comprimir audios en archivos transferibles y, sobre todo, pequeños, ideales para ser compartidos fácilmente de computadora en computadora. Luego, en 1999, el Shawn Fanning , de apenas 18 años, uno de los crackers más influyentes de los últimos tiempos, creó Napster . Su creación significó el jaque mate inesperado a la industria musical. Napster era una aplicación gratuita que permitía, a partir del servicio peer to peer (P2P), intercambiar archivos que uno guardaba en su máquina a través de Internet. Es así que los usuarios del mundo pusieron a disposición de quien quisiera, los archivos de sus canciones favoritas que guardaban en los discos duros de sus computadoras, generándose de esta forma una red de intercambio de información que prescindía tanto de medios de comunicación masivos como de las grandes corporaciones musicales.

Sin darnos cuenta, se instaló en el mundo entero un sistema nuevo de consumo, que encontraba en la tecnología y en la reciprocidad mutua uno de sus pilares de existencia. “Tú compartes, yo comparto”, pudo ser fácilmente el slogan de la aplicación. Si uno quería, por ejemplo, escuchar el último disco de Sonic Youth o de Luis Miguel ya no era necesario ir a la tienda de discos a comprarlo. Ni siquiera era necesario comprar el casete regrabado . Bastaba con digitar el nombre del grupo o artista para que el sistema te arrojara las canciones que coincidían con la descripción y así descargarlas en tu equipo.

Fue un cambio que pocos en la industria musical quisieron ver. De manera errónea pensaron que eliminando Napster, como lo hicieron , se acabarían los problemas. Estaban equivocados. Pronto aparecieron Kazaa , Soulseek , eMule o el Ares , con la misma lógica e incluso mejor tecnología, para demostrar que estaban errados. Los bárbaros estaban aquí y habían saqueado y devastado una de las industrias más poderosas existentes como se cansa en señalar Alessandro Baricco en “Los bárbaros”, la cual en vez de entender el cambio y negociar con los invasores, planteó confiada, en sus victorias pasadas frente a la televisión y la radio, un conflicto.

Como el tiempo ha demostrado se trató de la primera gran victoria cracker. El caso de Megaupload es el triste remake de una película pasada. Ya sabemos lo que pasará: los servicios de intercambio de archivos se reproducirán al infinito… y más allá.

Twitter: @misanflo

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