Claves

El rigor, la seguridad de un nombre limpio

Por @cdperiodismo

Publicado el 06 de marzo del 2013

Rigor periodístico

Por Laura Yaníz  

Cuando trabajé en CNN México cuidaba cada palabra que escribía, me daba una paranoia total la idea de pensar que algún editor me dijera “¿y esto te lo sacaste de la manga o qué?”

Aprendí que los editores son aquellos individuos regañones que están para evitar que esos errores (tus errores) sean públicos (y publicados). Pero no siempre es así y, por el bien de tu trabajo, no queda más remedio que convertirte en tu propio individuo regañón.

Pasó el tiempo y salí de ahí. Trabajé en un proyecto, de esos que tienen inicio y fin, en una redacción en la que ni un “levante” de otro medio era citado. La situación me daba escozor pues venía de un lugar donde eso era impensable.

Hace muy poco entré de lleno al freelanceo y me he encontrado, muchas veces, con editores que no ponen en duda ni una de las palabras que he escrito. La vida del periodismo independiente te abre una puerta hermosa: escribir de lo que quieres, casi siempre como lo quieres y, regularmente, donde quieres. Pero al mismo tiempo abre ventanas donde el viento de las equivocaciones puede colarse una y otra vez. Y, aquí, estás solo. No puedes pensar que el editor que revisará tu texto se tomará el tiempo de asegurarse que cada dato es real.

Cuando termino de escribir reviso el texto para verificar que no haya cruzado información de las fuentes, que las descripciones se apeguen a lo que vi y sentí, que los nombres estén bien escritos, que coincidan fechas, cantidades, lugares. Procuro ser detallista. Además, tengo en mente que aquellos que te han dado la oportunidad de publicar depositan su confianza en ti.

En pocas ocasiones me han regresado los textos, casi siempre porque prefieren editarlos por su cuenta por cuestiones de tiempo, y, cuando lo hacen, suelen ser detalles de estilo. Nunca lo han hecho para corroborar información. Quizás, algunos sintieran con eso libertad y la oportunidad de hacer lo que quieren… pero a mí me pasa distinto, me da la misma paranoia y no me queda más remedio que preguntarme, ya que nadie lo hace: “Laura, ¿y esto te lo sacaste de la manga, o qué?”

¿De dónde sacaste esa información? ¿Un estudio, un medio, una declaración… o lo escuchaste por ahí? ¿Tienes forma de comprobarlo? ¿El dato que te dio tu entrevistado coincide con otros? ¿Lo dijo literalmente así o lo estás parafraseando? ¿Qué fuente citan todos los otros medios? ¿No están citando? Entonces, ¿por qué crees que lo que dicen es cierto? Entonces… ¿en serio, en serio, pasó así? ¿Me lo juras?

Eso se traduce en rigor, diría mi colega Cecilia García, “es duro acostumbrarse pero una vez que lo tienes.. ¡no lo sueltes!”

Tener rigor, dice la Real Academia Española, es tener “excesiva y escrupulosa severidad”, es el “último término al que pueden llegar las cosas”, es tener “propiedad y  precisión”.

Para mí, el rigor es la seguridad de que mi nombre se mantendrá limpio. Siempre que escribo pienso que, en algún momento, un editor o un lector vendrá a reclamarme y yo, tranquila (y con la cabeza en alto), podré decirle –y comprobarle—que nada de lo que ahí está escrito me lo he sacado de la manga y podré seguir publicando al día siguiente sin remordimiento alguno.

 

(*) Periodista y editora de redes sociales independiente. Estudia un Diplomado en Seguridad Nacional. Ha escrito para SinEmbargo.mx, la revista Domingo de El Universal de México, CNN México y Obras.

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