¿Grabaste tus entrevistas en un casete? ¿Guardabas tus casetes para tener un registro de las declaraciones de tus fuentes? ¿Recuerdas aquellos días en los que la cinta se rompía y tenías que cruzar los dedos para que el audio no resultara dañado? Los casetes ya son objeto de culto, ya no son útiles para las redacciones y periodistas. Son historia. Tuvieron su auge en los 70 y en los 90 era uno de los formatos más usados.

Fue introducido en Europa por la empresa Philips en 1963, y en los Estados Unidos en 1964, bajo marca registrada con el nombre de “compact cassette”. Philips recuerda que septiembre es su mes de aniversario en un especial que incluye la foto de este post y que recuerda que este dispositivo dio forma a la industria de la música.  

Las llegada de los  walkmans lo llevaron a la cima, pues  permitía al usuario escuchar su música en cualquier momento y en cualquier lugar.

En 1993, los CD empezaron a derrumbar el reino de los casetes. Solo en ese año los envíos de CD alcanzaron 5 millones, un aumento del 21%, mientras que los envíos de casete disminuyeron un 7% (a aproximadamente 3,4 millones).

En 2001,  los casetes constituyeron solamente el 4% de toda la música vendida en los Estados Unidos.

Las compañías fabricantes del casete han dejado de producirlo y abandonaron el mercado definitivamente a finales de diciembre de 2008.

DEL “TAPEGATE” A LA REDACCIÓN

Philips recuerda también su impacto en el cine, la política y el periodismo.

Por ejemplo, cita su papel importante en la revolución de 1979 en Irán y el famoso escándalo del casete en 2000 en Ucrania llamado “Tapegate” y “Kuchmagate”.  Graves acusaciones en contra del entonces presidente Kuchma se encontraban en cintas de casete que contenían conversaciones secretas entre el mandatario y periodistas. Las revelaciones de audio cambiaron dramáticamente la política interior y exterior del país a raíz del escándalo.

El casete llena de nostalgia a no pocos periodistas que ingresaron a este oficio de la mano de una grabadora. Eran otros tiempos. Los smartphones no habían irrumpido en nuestras vidas, y guardar las cintas era parte del rigor periodístico. Allí estaban las pruebas. La voz de las fuentes y de los testimonios se almacenaban en esos dispositivos, donde también se guardaba la música de nuestra preferencia. Los casetes descansaban al lado de la libreta de notas, como objetos muy preciados para el oficio periodístico.

 

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