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Alma Guillermoprieto, la historia con alma

Por Esther Vargas

Publicado el 03 de febrero del 2009


“No hay nada más sabroso que juntarse en una cantina un jueves por la tarde una vez al mes a comentar todos los textos de la semana. Eso es un taller. Un taller mío, por lo menos”.
-Alma Guillermoprieto

Conocí a Alma Guillermoprieto en Cartagena, en la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). El taller de crónicas al que asistí me sirvió para conocer mejor el oficio. Recuerdo cómo trabajé con ella el primer párrafo de una historia sobre desplazados. Y luego del primer párrafo pasamos al cuerpo de la crónica, y otra vez me mandó de vuelta a esa tierra miserable que contrastaba con la ciudad amurallada que contemplamos en las postales. Y otra vez vimos juntas el cuerpo de la historia. Y una tarde llegamos al punto final, y ya era hora de volver a Lima, donde el cierre sí cuenta. En Cartagena no había prisas.

Fue una experiencia extraordinaria. Desde entonces persigo noticias suyas, busco sus libros en las librerías de los países que visito (al Perú no llega casi nada) y trato de encontrar sus textos en ciertos sitios.

La recuerdo bailando la última noche del taller, allá por el 2000, cuando trabajaba en La República. 

Cada vez que algún jóven periodista me pregunta sobre el clásico taller de crónicas de Alma, que casi siempre ocurre a fines de enero, mi respuesta es: “Trata de asistir. No te lo pierdas. Así tu medio no pague un sol y encima te cobre los días de ausencia o te lo descuente de tus vacaciones. No te lo piertas”. Por ir a ese taller yo me endeudé. Y el buen Christian Vallejo me prestó los 100 dólares que me faltaba. Además, me regaló un cartón de cigarrillos, necesarios en ese tiempo para subirme al primer avión de mi vida.

Alma es una mujer sencilla,  que toma café tinto y agua mientras conversa con los periodistas, y que no menosprecia las historias por pequeñas que estas sean. Ella iría a un incendio como a una guerra. Ella no tiene el ego inflamado.

Escribo hoy de Alma porque la leí en El País, mi lectura obligada de los domingos. En Maestros del Periodismo, el turno fue para esta mexicana que pronto cumplirá 60 años y que luce un cuello alargado increíblemente seductor, y que baila como una diosa, y que escribe frenéticamente luego de reportear sin descanso. Ella no es periodista de oficina. Odia acumularse de papeles, y escribir lo que otros le cuentan. Ella va a la calle, recorre la calle, suda, se ensucia, se cansa.

Aquí un extracto de la conversa con Juan Cruz, el periodista que muchos 2.0 no quieren:
 
Alma: Yo cada vez tengo menos tiempo para leer. Y además cada día me fascina más la nueva tecnología. Me paso horas en Internet ¡porque es fascinante!

¿Y eso nos convierte en dinosaurios?

Alma:  Nos convierte en dinosaurios porque yo por lo menos escribo para la gente a la que le gusta leer. Nunca le he tomado el tiempo, pero me imagino que para leer un artículo mío una persona le tiene que dedicar una hora seguidita. ¿Quién hoy en día le dedica una hora seguida a un pinche artículo sobre América Latina que no le va a ser para nada?

 ¿Qué ha tenido que pasar para que una gran periodista latinoamericana, quizá la más importante del mundo de habla española, diga que somos unos dinosaurios?

Alma: Lo que siempre pasa para que entre en extinción un oficio: una nueva tecnología que lo supera.

¿Lo supera tanto como para dejarnos obsoletos?

Alma: Sí. En cuanto no haya una reacción fundamental en contra de todo lo sea Internet, sí, sí la va a superar. Mira: yo me subo todos los días al sitio de The New York Times en Internet ¡y es una maravilla! ¿Qué soy yo? Soy una cronista que se ocupa de juntar palabras de manera que mis lectores tengan la sensación de haber estado en un lugar, de haber entendido algo importante y se hayan emocionado. Más o menos esa es mi ambición. Bueno, pues en una página del sitio del New York Times tienes la nota, tienes los links, y no necesariamente habrás pasado por un momento trascendental, pero en la misma hora o cuarenta minutos que le dedicas a un texto mío podrás haber elegido entre un menú multimedia muy seductor, muy inmediato, muy informativo, y a veces también muy conmovedor.
 
Le decía a los estudiantes los errores que cometemos los periodistas. ¿Cuáles son los más graves?

Alma: El sentimentalismo, la condescendencia, la pobretería. Vamos a reportear siempre a los pobres porque ellos no tienen abogados, no nos van a montar una demanda por lo que digamos de ellos. Insisto en que deberíamos reportear a los ricos con la misma obstinación, pero no lo hacemos porque los ricos tienen poder. Otro error: confundir la denuncia con ser contestatario.
   
La entrevista completa aquí.
Algunas historias de Alma en este sitio.
Un texto raro sobre AG.

Sus libros: 

Al pie de un volcán te escribo, Los años en que no fuimos felices, La Habana en un espejo, y Las Guerras en Colombia.

Publicado por:

Periodista. Directora de Clases de Periodismo y La Ruta del Café Peruano. Consultora en Social Media. Editora web del diario Perú21 del grupo El Comercio de Perú. Especialista en periodismo digital, comunicación digital y social media.

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