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Los periodistas y la mariconada
Por Esther Vargas
Publicado el 08 de junio del 2009
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En las universidades no enseñan a los futuros periodistas cómo abordar el tema de la homosexualidad. Incluso, es un asunto del que no se suele hablar. Hace poco me comentaron unos ex alumnos que sus profesores les habían encargado elaborar un reportaje sobre algunos problemas del país, “enfocados a lo social”. Algunos propusieron la homofobia o la discriminación, y se les dijo que se requería profundidad y análisis. Así que les plantearon investigar sobre el transporte en Lima, el medio ambiente y la educación.
La mariconada no es un buen tema para un trabajo práctico en algunas facultades de periodismo. Anoto algunas, pues sé que en la mayoría hay suficiente libertad para determinar la temática de los reportajes de sus estudiantes. Sin embargo, la homosexualidad es un tema con el que los periodistas se topan a diario, y a menudo el tratamiento es de lo más burdo e ingenuo, o lo suficientemente sensacionalista como para dejar en el sótano lo realmente importante.
Es lo que pasa con la dupla Carlos Álvarez – Paolo Guerrero. Mientras el país se desangra con los muertos de Bagua, estos dos individuos hacen noticia con sus dimes y diretes, para terminar el affaire como dos machos de porcelana.
Veamos la historia:
Carlos Álvarez es un humorista celebrado y sensible, que simpatizó con el fujimorismo, y que no permite que lo llamen homosexual. Cualquier cosa, menos cabro. Sin embargo, gusta amariconar a los personajes que imita. Para Carlos Álvarez –él sabrá-, el gay pone la manito así y la otra asá, da palmaditas y camina como si siempre quisiera hacer la pila. Le encanta travestir a los hombres que imita, pero no le gusta que lo confundan.
Paolo Guerrero es un futbolista que pasará a la historia por haber llevado a la cárcel a Magaly Medina y habernos ilusionado con los goles que no llegaron. La promesa que se quedó en el aire, aunque medio Perú le tenga quizás un poquito de fe. A Paolo, Álvarez lo imita como a un gran maricón al que ha puesto el sobrenombre de“Paolín lin lin”.
Este par de personajes llegó esta noche a un acuerdo. Álvarez aceptó modificar la caracterización. Es decir, le quitaría los amaneramientos para llevar la fiesta en paz.
Días atrás, Paolo había llamado a Álvarez homosexual. Indignado, Álvarez amenazó con denunciarlo por difamación.
Y aunque ser homosexual no es sinónimo de ser pedófilo, delincuente, estafador o asesino, lo cierto es que la ley hubiera estado del lado del cómico. Y no lo defiendo. Porque su actitud de macho herido me parece bastante hipócrita, como su insistencia en querer desatar la risa de su audiencia presentando a artistas y deportistas como cholitos brutos (recuerden lo que hizo con Tula Rodríguez), machonas (Abencia Meza) o gays (Paolo).
No obstante, el Código Penal precisa que la difamación es la comunicación hecha a una o más personas de un hecho cierto o falso, determinado o indeterminado, que busca dañar el honor, la reputación o la dignidad de una persona. Y así Paolo hubiera demostrado que Álvarez es homosexual, el daño y la interferencia con la vida íntima de este habría sido suficiente para que quizás –y digo quizás, porque nunca se sabe cómo aplicarán la ley los jueces- se pida una pena de entre uno y 3 años de cárcel para el futbolista.
¿Sabemos estos los periodistas? Es posible que tengamos alguna noción, pero pocos tienen el Código Penal en su cajón de la oficina. Para hacer estas precisiones yo tuve que pedir auxilio a la abogada Fátima Toche, con quien twitteo a menudo.
Este episodio tan burdo me lleva a pensar cómo, desde un bando y otro, la homosexualidad se presenta como una razón para la ofensa, la burla y la amenaza. Revelo tu secreto o me cambias el libreto. Una chica o chica de clóset prefiere cambiar el libreto y evitarse un escándalo. Porque llevar el caso a los tribunales, sobre todo cuando eres famosito, aumentará los rumores y confirmará lo que se murmura.
Y la mayoría de periodistas sigue el ritmo del escándalo. “¡Oh, le dijo homosexual!”, exclaman. El día en que dejemos de abrir la boca cada vez que la opción sexual de uno sale al fresco quizás estemos en otro país, un país donde travestir con el ánimo de ofender no sea un deporte nacional, y la homosexualidad, ese secreto que cualquierita se atreve a revelar por venganza, despecho o pataleta.
Por eso, que al margen de este affaire tan bobo me queda claro que los futuros periodistas deben hablar del tema y profundizar en el asunto, para que mañana más tarde otros Paolo y otros Carlos Álvarez no les hagan abrir la boca y escribir estupideces que solo desinforman, y contribuyen a dividir a esta sociedad envenenada con altas cargas de homofobia, en casa, en la esquina, en la tele y en las tribunas de los estadios.
Publicado por:
Esther Vargas
Periodista. Directora de Clases de Periodismo y La Ruta del Café Peruano. Consultora en Social Media. Editora web del diario Perú21 del grupo El Comercio de Perú. Especialista en periodismo digital, comunicación digital y social media.
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