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México: Cuando el periodismo tiene que aprender a callar

Por @cdperiodismo

Publicado el 01 de diciembre del 2015

Animal Político tiene un especial llamado “Aprender a vivir con el Narco”, en donde publica historias de personas que han sido afectadas por el crimen organizado.  “Los medios mexicanos hemos cubierto desaparecidos o muertos, pero hemos olvidado narrar el día después”, se indica en la introducción del proyecto.

¿Por qué las consecuencias de aprender a vivir con el narco se vuelven tan relevantes como para crear un proyecto digital? Para la organización que citamos, “no solo porque es urgente retratar los rostros de quienes le plantan cara al miedo, sino porque los conflictos de los países, la fragilidad y la gobernanza están en la mira de la comunidad internacional”.

Entre los testimonios se encuentra el de un periodista en Tamaulipas, el cual se titula “Aprender a guardar silencio”. Su nombre no se incluye, pero relata una mala experiencia y explica que Panochón es el reportero que al atestiguar un hecho delictivo del crimen organizado es ubicado y amenazado por delincuentes.

“En la primavera de 2010 se supo que había un vocero del crimen organizado. En los días posteriores, un reportero —a nombre del representante— citó a un grupo de compañeros. Nos advirtió quién citaba y qué sucedería si no asistíamos por la madrugada al parque. A las 3 de la mañana llegó el mensaje de confirmación deljuntón (encuentro convocado por los narcos). Los 14 llegamos juntos y nos pidieron los datos generales. Un hombre apuntaba en una libreta. El vocero explicó las nuevas reglas: nadie difunde material sin que pase el filtro del “jefe”; nadie puede ignorar las llamadas telefónicas de la vocería; nadie puede negarse a recibir piscacha (en el ambiente político conocido como chayote, extorsión que reparten los presidentes, diputados y gobernadores) de los capos”, cuenta el periodista.

Quien no acepta las condiciones se convierte en un enemigo. “Los directores, los jefes de información y los reporteros de radio, prensa y televisión aceptamos y trabajamos con las reglas del cártel que gobierna la región donde vivimos”, agrega.

El que no quiere renuncia. El que no acepta, rompe o evade las reglas es “castigado”. Los jefes de plaza son capturados o mueren, pero las reglas persisten. No hay muchas opciones.

“Son pocas las ocasiones que el Estado reacciona ante la información difundida con un trasfondo evidente del narcotráfico. Temen señalar: tal cártel o tal otro. Pronunciar sus nombres propios exalta e incomoda a los compañeros. Hay orejas (espías que se hacen pasar por reporteros) y medios que nacieron y han crecido bajo el amparo del narcotráfico”, advierte, y señala que la autocensura es la manera de sobrevivir. Se trata de no publicar para no sufrir o morir.

“Yo, desde la redacción, sigo observando la batalla. Aprendí a ser un panochón, no un héroe”, escribe al final del texto, el cual nos ofrece un panorama impactante de la situación del periodismo en esa región de México.

Lee toda su experiencia aquí.

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