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Reportero gráfico Pablo Piovano: “Siempre es mejor no disparar cuando nuestra conciencia nos frena”

Por @cdperiodismo

Publicado el 12 de mayo del 2017

El reportero gráfico argentino Pablo Piovano fue uno de los finalistas del Premio Gabo 2016 en la categoría Imagen, por su documental ‘El costo humano de los agrotóxicos’.

A propósito de la convocatoria para el Premio Gabriel García Márquez de Periodismo 2017, que está abierta hasta el próximo 17 de mayo, contactamos a Pablo para conversar sobre los aspectos éticos que cruzan su trabajo como fotoperiodista.

El documental con el que participó en la vcuarta versión del Premio ahonda en las consecuencias del uso de agroquímicos y herbicidas durante 20 años en Argentina. El autor se basó en las cifras entregadas por la Red de Médicos de Pueblos Fumigados, según la cual hay 13 millones de personas afectadas por el uso de pesticidas en el país, es decir, casi un tercio de la población total.

A partir de ahí hizo un recorrido por varios pueblos que viven en medio de las fumigaciones con glifosato. Los retratos de Piovano incluyen niños, adultos, mujeres embarazadas y ancianos con huellas físicas de las consecuencias que ha generado este fenómeno en su salud.

“Siento que existe una linea muy fina entre quien retrata y quien es retratado. Ahí se crea un puente invisible que para que suceda el milagro. Es imprescindible una entrega total de ambos lados, algo que no tiene todavía nombre pero lo más cercano que encuentro es espíritu”, dice Piovano en entrevista concedida a Marcela Madrid, editora de contenidos de la FNPI.

 

¿En qué ocasiones decides que definitivamente es mejor no disparar tu cámara?

-Siempre es mejor no disparar cuando nuestra conciencia nos frena, a veces con la fuerza de lo evidente y otras veces funciona desde lo sutil. Las circunstancias pueden ser variables pero es otra vez en nuestra construcción ética donde identificaremos dónde y cuándo podemos o no tomar una fotografía.

¿Cómo es tu acercamiento a las fuentes para no invadir su intimidad?

-La mayoría de veces que me toca retratar a alguien lo hago en su lugar, es decir en su casa. Eso significa mucho para mí porque es nada más y nada menos el hecho de que nos permitan el acceso a algo tan preciado como la intimidad. Allí se genera algo que debe corresponderse básicamente con el respeto ante esa confianza. Mucho más si son víctimas o personas que tienen algún vínculo con el dolor y la injusticia. A veces, en esos casos se da la particularidad de necesitarnos, por un lado la necesidad de narrar y por el otro la de ser narrados.

Generalmente en mi trabajo periodístico mi acercamiento es parido por esa causa y la causa de mi necesidad de narrar es simplemente el intento de colaborar con un cambio sobre ciertas injusticias.

En definitiva lo único que tenemos es una herramienta, la cámara, que puede resultar muy poderosa según como se la utilice. Siempre me llamó la atención el significado del verbo que se le da al hecho de obturar la cámara: tomar, sacar u hacer. Claramente hay uno que es el más noble.

 

¿Cómo retratar con dignidad y sin morbo un drama como el de las víctimas de los agrotóxicos?

-No creo que exista una distinción entre un tema y otro en relación a la ética. En este caso la situación es muy delicada porque estamos hablando de niños con graves enfermedades. Entonces, nos encontramos frente al dolor del otro, que no es nuestro dolor personal pero es el dolor.

A mi manera de sentir, cualquier dolor pulsa una cuerda que resuena en el universo e inevitablemente nos afecta. Como mínimo frente ese dolor debemos exigirnos el entendimiento y la sensibilidad necesaria para tejer esa relación. Todo, todo es relación. Relación con los otros, con nuestro trabajo, con nosotros mismos e incluso con el invisible.

Siento que existe una linea muy fina entre quien retrata y quien es retratado. Ahí se crea un puente invisible que para que suceda el milagro, (como decía Josef Koudelka, toda buena fotografía es un milagro) es imprescindible una entrega total de ambos lados, algo que no tiene todavía nombre pero lo más cercano que encuentro es espíritu.

Si esa comunión se sucede, la foto fija permanecerá viva y vibrante para siempre. Por supuesto que esto pasa muy pocas veces pero entiendo que tiene ver con un estado de integridad y búsqueda, como una especie de activa meditación o de rezo en movimiento.

Luego en la edición llega un espacio más reflexivo para tratar con el contenido en donde al menos mi intento es hacer justicia entre lo estético y la complejidad del tema.

Por alguna razón desde mi adolescencia la poesía ha sido una vértebra principal y una fuente donde ir a repararme del mundo. Eso aun sigue vivo. Creo que estar cerca de la poesía y la belleza es de alguna manera un paraje de dignidad.

¿Qué le aconsejas a los fotorreporteros que andan en el afán del cubrimiento diario y que quieren hacer trabajos de largo aliento?

-Vivimos tiempos muy confusos frente al discurso mediático e informativo. Es un tiempo donde es más importante la velocidad que el contenido. Es triste y casi inexplicable en términos humanos y de responsabilidades. Sin embargo mayoría de los fotoperiodistas estamos obligados a tratar con los medios y finalmente somos útiles a un mecanismo que muchos inevitablemente ponemos en duda. Pero así como hablamos de la responsabilidad mediática, también tenemos que asumir nuestra propia responsabilidad frente a la distracción que generan la mayoría de los medios y mirar hacia donde consideramos necesario. En mi experiencia personal, la confianza y la voluntad en tratar un tema en profundidad finalmente hicieron que mi trabajo cobre sentido.

Cuando regresé de mi primer viaje que hice en mis vacaciones durante un mes recorriendo miles de kilómetros, me di cuenta de que tenia una denuncia que me quemaba las manos. Me costaba publicarlo por mi falta de contactos en el exterior. Volví con un periodista hacer el mismo viaje en el mismo auto casi sin tomar fotos para cobre fuerza nuestra investigación. Luego decidí hacer el trabajo de comunicarlo y para eso encontré una puerta postulando a festivales, becas y premios con el fin de conseguir recursos para financiar la continuidad del proyecto y darle visibilidad al mismo tiempo.

La verdad es que fueron pasos certeros porque sentí el apoyo y valor que yo mismo le estaba dando a mi trabajo y a lo que a esta altura representa una causa. Una causa por el derecho a la salud y a la soberanía alimenticia de la región. Siempre entendí que en definitiva lo que estaba en juego es nuestra propia libertad.

No sé si amerito ser consejero de nadie, pero en mi propia vivencia para llevar a cabo un proyecto de largo aliento es imprescindible un propósito  personal verdadero y que ese propósito este alineado y se corresponda con una causa común y colectiva.

Lo que me han enseñado los abuelos es que para caminar con dignidad es necesario traer cuatro virtudes al centro: la humildad, la voluntad, la sinceridad y la integridad. Eso es mucho decir, pero es un buen resumen. Todo es posible.

Sobre Pablo Piovano

Trabajó como fotógrafo en el diario Página/12. Durante 2001 documentó la crisis social y política del país y en el año 2002 publicó, junto con otros fotógrafos, el libro Episodios argentinos, diciembre y después.

A partir de ahí hizo un recorrido por varios pueblos de la provincia del Chaco que viven en medio de las fumigaciones con glifosato. Los retratos de Piovano incluyen niños, adultos, mujeres embarazadas y ancianos con huellas físicas de las consecuencias que ha tenido este fenómeno en su salud.

En 2016 recibió el premio especial del jurado en Days Japan International Photojournalism Awards y el premio Sustainability en el festival para jóvenes fotoperiodistas en Hannover, Alemania. En el festival de cine Finca fue premiado por su trabajo multimedia como mejor corto documental.

¡Participa en el Premio Gabo!

El Premio Gabo es organizado por la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano –FNPI- con el apoyo de una alianza público-privada conformada por la Alcaldía de Medellín y los Grupos Bancolombia y SURA con sus filiales en América Latina. (Encuentra las bases para postular en este enlace).

Hasta el 17 de mayo, los periodistas que hayan publicado trabajos en español o en portugués entre el 1 de abril de 2016 y el 31 de marzo de 2017, en cualquier formato o tipo de medio, pueden postular a una de las cuatro categorías del concurso: Texto, Imagen, Cobertura e Innovación.

Este post es de la FNPI y lo publicamos con el permiso del sitio.

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