Por Darío Dávila
En Latinoamérica algunas redacciones libran una batalla interna que no interesa a las audiencias pero que debilita –incluso antes de su creación- las buenas historias. Una guerra de baja intensidad donde reporteros desacreditan el trabajo de editores frente a colegas de otros medios.
“Es un mutilador de textos”, “Nunca ha hecho reportería” , “Ni siquiera lee la nota completa”. En estos desencuentros los editores también desacreditan a los reporteros: “Escribe con las patas” ,“Es un rock star” ,“No colocó lo más importante en el primer párrafo” , “Ni siquiera viene a la redacción”, “Lo deben tener comprado”…
¿Sabrán los lectores que detrás de historia que leyó y no comprendió existe un reportero que no se comunicó con su editor para precisar datos, contexto y dudas?
¿Cuánta desmemoria provoca el ego de un editor que se siente el amo del contexto, y piensa que maquillando algunos párrafos será suficiente? ¿De verdad produce conocimiento una historia que nunca fascinó al reportero y mucho menos al editor? ¿Debe el lector saber que la historia que su diario público hoy sólo fue un trámite para llenar un espacio?
Podríamos enumerar más desencuentros. Pero se trata de encontrar cosas que nos hacen coincidir para hacer un periodismo que se concentra en los detalles y no solo en generalidades. Porque sólo si cambiamos la forma de ver y crear el periodismo, cambiara la realidad de los periodistas y su forma de narrar historias.
Aquí 10 reflexiones que intentan contribuir a esa mejora:
1. La fascinación por una historia es el primer escalón para producir un buen texto. ¿Qué tanta de esa fascinación quiere transmitir el reportero a su editor para defender una buena pieza?










