Dorrit Harazim: «Un periodista con un ego inmenso simplemente es malo»

«Un periodista no debe perder la humildad nunca. Si tiene el ego inmenso, la verdad es que no sirve, y debería cambiar de oficio». Con la voz suave, casi como un susurro, Dorrit Harazim, quien ayer recibió el Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo, reflexiona sobre un oficio al que respeta, pero al que llegó por casualidad sin imaginar que le dedicaría cinco décadas de su vida.

Harazim, de 72 años, se define como una reportera y el periodismo lo ve como un oficio. «Nunca he dejado de serlo», me dice esta mujer que ha cubierto las guerras de Vietnam y Camboya, el golpe contra el gobierno de Salvador Allende en Chile, los atentados contra las Torres Gemelas en Nueva York, la primera Guerra del Petróleo en Emiratos Árabes, cuatro elecciones presidenciales en Estados Unidos y ocho olimpiadas. La trayectoria de Dorrit es impresionante, pero ella no es de impresionarse. Si hay una palabra para definirla esa sería humildad. Lo demuestra a cada instante, en su manera de saludar, en su forma de acercarse a la gente, en las veces que te da las gracias por haberla escuchado o por haber tenido paciencia con su español.

¿Qué consejo le daría a un periodista que recién está empezando? Dorrit mira mi iPhone que está grabando y dice: «Que desconfíe del grabador porque en el momento crucial no va a funcionar». Y cuando ve que yo fijo mi atención en el botón rojo de la aplicación que graba, Dorrit sonríe, y hace un gesto de «sí, está grabando». Pero lo que ella realmente quiere decir, y luego lo explica al detalle, es que los periodistas muchas veces no hacen el ejercicio de prestar atención, de escuchar de verdad, de mirar a su entrevistado: «Mantenga las neuronas más activas que el grabador. Es una frase que repito a menudo».

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