Testimonio de una reportera en Libia

 

Foto: El Tiempo

Ethel Bonet, enviada de El Tiempo de Colombia, detalla su experiencia en Libia, donde le tocó correr en el campo de batalla para salvar su vida.

Lo que más reconforta cuando se vive una situación complicada es que todos, los periodistas más experimentados y los inexpertos, pasamos los mismos apuros.

El nerviosismo de poder entrar a Libia me hizo olvidar que, por la inestabilidad, podría ser que los cajeros no funcionaran, y no llevaba suficiente dinero efectivo. La profecía se cumplió y a la semana de estar aquí me vi sin dinero. Opciones: pedir dinero a otros compañeros, en la misma situación, o rogarle al gerente del hotel que no le podía pagar en el momento porque solo hay tarjetas de crédito. Aunque me dé vergüenza confesarlo, tomé mi maleta y, sin dejar la llave de la habitación en recepción, salí a escondidas del hotel. Quedaban muchos días de campaña y, pensando en ir al frente de batalla, no podía permitirme no llevar efectivo.

Otro de los problemas al que me enfrento diariamente es a la falta de comunicaciones. Sin teléfono e Internet, difícilmente podía enviar mis notas, pero a este tipo de coberturas vienen los grandes medios, bien equipados con teléfonos satelitales, y recurrí a las artimañas de mi mejor sonrisa para pedir el favor de que me dejaran enviar mi crónica, cada día buscando una nueva ‘víctima’. Con la idea de ahorrar lo máximo posible, compartí un carro de cuatro puestos, con cinco personas. Como soy delgada, pudimos acomodarnos cuatro en la parte de atrás.Ahora lo miro en perspectiva y pienso que fue cómodo, pese a la estrechez de los asientos, ya que después de aquel Toyota Celica mis viajes han sido en la parte trasera de una pick-up, entre sacos de pan, paquetes de leche, cajas con municiones, fusiles Kalashnikov y lanzagranadas.

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