Un año después del terremoto

(La portada que hicimos el día de la tragedia. Literalmente, la hicimos temblando)

(Al día siguiente: peor imposible)

¿Qué hacían ustedes a las 6:41 de la tarde del 15 de agosto? Yo había terminado de cerrar una nota sobre juguetes chinos tóxicos. Era la abridora de la sección Ciudad, de Perú.21. Según mis cálculos, a las 7:00 p.m. saldría del diario y me iría a mi casa. Era un miércoles aburrido. La edición en general no parecía nada atractiva. El cierre avanzaba insospechadamente rápido.

La tierra comenzó a temblar. Quienes tenemos terror a los temblores manejamos la costumbre de disimular el miedo y hacer como que no pasa nada. Yo levanté la mirada hacia la oficina de mi jefa. Ella estaba de pie. Su mirada me asustó. Todos comenzamos a mirarnos, preguntándonos si ya iba a terminar. Fueron segundos. La tierra realmente estaba temblando. Y yo jamás había vivido algo así en mi vida. Era mi primer terremoto.

Las columnas -siempre te dicen que te aferres a las columnas-, así que mecánicamente varias de las redactoras y yo nos pegamos a las gruesas columnas. Abrazada a la columna, sintiendo que el piso (el sexto piso del viejo edificio de Miró Quesada) en cualquier momento se venía abajo vi pasar una película: mi mamá, mis hermanos, mi pareja, mis gatas… Toda mi vida pasaba corriendo por mi cabeza.

(Mi relato tendrá un tinte melodramático, lo siento)
Muchos lloramos y nos desesperamos. De pronto, alguien ordenó abandonar el edificio. Me negué. Yo ya me había resignado a lo peor, allí, pegada a la columna, para qué diablos había que bajar… para caer junto con el edificio, pensé. Pero a la desesperación de muchos se impuso el instinto de sobrevivencia de varios compañeros. Así que bajé, maldiciendo y rezando.
Los rostros de la gente (mis compañeros, transeúntes y la señora que nos vende las galletas y el jugo) reflejaban pavor. La tierra se sacudía por rato y mis celulares no servían para nada. Una redactora -que mantuvo la calma- fue la primera que me hizo recordar que yo era la editora de la sección que tendría que cubrir el puto terremoto. «¡Salimos ya!», dijo Yvette Sierra, como si el terremoto lo hubiera visto por la tele. «Claro, claro…», respondí, con lágrimas en la cara, y las manos temblando.

Yvette se embarcó hacia alguna parte, donde seguro la tierra se había hundido. La radio no daba reportes concretos. Un estúpido locutor dijo que era en la selva, y lo dijo con ese tono en que todo parece verdad. La redactora se borró de mis ojos. Yo seguía sin saber nada de mi mamá y de mi pareja. No tenía cigarros (en ese entonces fumaba dos cajetillas) y no tenía ni medio céntimo. Además, los vendedores se habían esfumado.

Seguí en la puerta del diario, esperando que alguien diera la orden para comenzar a trabajar. No sabía nada de mi mamá, y eso me tenía al borde. Pensaba en la casona antigua donde vive, en Chorrillos. Pensaba que quizás se había venido abajo.

No recuerdo a la persona que dijo: «Vamos a subir ya, edición especial, cuántas páginas… «. Llegué a la redacción temblando. La edición era recontra especial. Las decenas de réplicas me agarraron en el sexto piso. No sé qué pastilla tomé, no sé cuántos cigarros me fumé, no recuerdo mucho… Solo sé que dirigí la edición especial con el corazón en la mano, pensando que en cualquier momento la réplica se convertiría en terremoto, un terremoto que ahora sí nos mandaría al más allá. En verdad, no pensé que el terremoto nos mandaría al más allá sino a la mierda. No había otra palabra para la ocasión. (Sorry, intenté ser elegante).

Salí del diario a las 3 de la mañana, con las manos temblando y las ganas de llorar de verdad, en un lugar donde nadie me mire.

Cuando llegué a mi casa -donde solo se había roto un Ekeko- prendí la tele. Canal 7. Minuto a minuto los muertos se iban multiplicando. No eran los 72 muertos que habíamos puesto en la portada. No eran los 90 que casi nos atrevemos a poner. Eran ya 135 y serían más. Esperé la mañana pegada a canal 7, el primer medio televisivo en llegar al lugar de los hechos. Notable transmisión.

Las imágenes de Pisco me destrozaron. Ahora sí lloré y lloré. Y sentí muchísimo miedo, y muchísima lástima, porque presentí que la ayuda llegaría tarde, que los políticos se aprovecharían del asunto, que -un año después- las necesidades serían inmensas y el olvido un saco de promesas.

Los días continuaron con una cobertura extraordinaria, y cerca de 500 réplicas recordándonos a cada instante que si trabajáramos en cualquier cosa nuestro tema constante no sería el conteo de muertos, las quejas de los damnificados, las imágenes más crudas de la tragedia.

Hubo gente que pese a la tragedia nacional ya estaba en otra cosa, los periodistas -por lo menos- los periodistas que realizamos la cobertura del terremoto solo teníamos el dolor de Pisco en la cabeza.

Un año después veo la portada de Perú.21 y me pregunto por qué esa imagen era tan predecible. Aún esperan, dice el titular. Ojalá que el próximo año no tengamos: «Siguen esperando».


(La portada que no hubiéramos querido tener)

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7 comentarios

  1. Es lamentable que los políticos se olviden de sus promesas. Te leo siempre y este post tan íntimo me gustó muchísimo. Los periodistas no son de piedra.
    -Alfonso

  2. Ya hace un año del terremoto, a muchos nos cogio en nuestro centro de trabajo, la desesperación y el llanto era lo que predominaba. Recuerdo bien ese día, justo estaba recuperando una hora de trabajo cuando todos en mi oficina y el resto del edificio se encontraban terminando las labores, se sintió el remezón lento, después fuerte que yo estando en el quinto piso tuve que bajar por las escaleras que se movía de un lado a otro, lo peor fue que al llegar al primer piso había mucho polvo blanco que había salido del falso techo además que habían pedazos de la pared de la fachada del edificio que se desprendieron en pleno movimiento.
    Salir del Centro de Lima fue un caos, se veía a la gente que salía en grupos hacia las avenidas mas cercanas, no había taxi y los micros o buses estaban repletos, congestión total, mucho más que todo los días. Los celulares y teléfonos no funcionaban, después de marcar más de 20 veces a mi casa tuve felizmente contacto con un sobrino que me contó que mi papá estaba bien. Ese día fue el más penoso de todos los días porque no solo nos afectó a nosotros que estamos en Lima, sino que afectó directamente a ciudades tan pobres como son Pisco y Huancavelica.

  3. Una gran pena y también preocupación porque, aunque en los primeros momentos la solidaridad fue grande y conmovedora, luego, en este año transcurrido, el desorden y la lentitud de las respuestas ha puesto de manifiesto no sólo indolencia y/o ineficiencia de las autoridades nacionales y locales sino males más hondos y complejos de la sociedad peruana.

  4. No puedo olvidar ese día, estaba atendiendo en la cabina de internet y pronto empesaron a moverse todos los monitores, pedía calma a las personas que estaban alquilando… y entonces no pude más buuuuuummmmm se fue la luz, todos salieron corriendo aterrados. Todos se fueron sin pagar…. pero bueno eso no era lo más importante en ese momento..

    Pero segun lo que leo y puedo persibir usted si que estuvo bien tensionada y con los nervios de punta.A proposito como va con lo del cigarro… antes eran dos cajetillas ahora?..upss espero no ser torpe al preguntar eso.

  5. Hola Noelit
    Hace casi dos meses que no fumo, y estoy muy tranquila y contenta con ello.
    Saludos

  6. me imagino como sera, pero lo imagino desde el punto de vista del periodista, ese dia todo cambio, los sentimientos, las emociones hasta se podria decir que aprendimos lo que es el verdadero sufrimiento, la desesperación; pero el trabajo de los periodistas aun en esos momentos no ceso, las notas redactadas deben tener otro sabor, porque ese dia fueron protagonistas indudablemente.
    Ese dia nos volvimos mas humanos y a la vez mas inútiles, y descubrimos que no podemos hacer nada ante la madre naturaleza.

  7. jode que hasta ahora Ica aun llore! jode que no hayan cambiado mucho las cosas. A pesar del tiempo.Jode que el presidente piense antes en los juegos olipmpicos que en el dolor de los peruanos.

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